25 junio, 2009

Elecciones '09 - Segunda parte

Candidaturas testimoniales.
La estrategia electoral del kirchnerismo, consistente en presentar candidatos que actualmente ocupan cargos públicos electivos (en la gobernación o en distintas intendencias), y que muy probablemente no asuman las nuevas responsabilidades para las que sean ungidos -aún en el caso en que triunfen-, motivó el airado rechazo por parte de las distintas fuerzas políticas (especialmente Unión PRO, Coalición Cívica y el radicalismo) y también de algunos medios de comunicación claramente opuestos al gobierno nacional (Clarín y La Nación).
La jugada recorrió dos instancias judiciales, en las que los fallos resultaron invariables: no se encontraron evidencias que motivaran la impugnación de las candidaturas testimoniales. Agotado el camino legal, las fuerzas de oposición mencionadas apelaron a la critica moral, sosteniendo que el kirchnerismo en esencia lo que se proponía era estafar a la ciudadanía. Tal discurso forma parte de una estrategia más general por parte de estas agrupaciones, que intentan dividir el espectro político en torno a un polo republicano (ellos mismos) y otro anti-republicano (el kirchnerismo, o el peronismo en su conjunto, despreocupado por la suerte de las instituciones y por las buenas prácticas). Sin dudas las candidaturas testimoniales merecen ser criticadas, por un lado, porque significan un paso más en no cumplir con la palabra empeñada y muestran una total indiferencia hacia los medios que permiten acceder al poder o conservarlo, no contribuyen en nada a recuperar la política como construcción transformadora reconocida por la sociedad. Por el otro, acentúan la indiferencia respecto de las ideas y proyectos, ya que la campaña se convierte en un plesbicito constante, donde lo hecho alcanza para justificarse y se niega la posibilidad de nuevas alternativas, donde toda construcción ajena se iguala en “la oposición” Sin embargo, este tipo de prácticas no son patrimonio exclusivo del kirchnerismo. Al respecto, en Unión PRO (supuesto baluarte de la República) Gabriela Michetti ha renunciado a su cargo de Vice jefa de Gobierno porque aspira a ser diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Mauricio Macri, asimismo, llegó a ser Jefe de Gobierno, gracias a haber incumplido su mandato de diputado. Lo mismo puede decirse de Felipe Solá. Para completar el cuadro republicano, resta hacer mención a Julio Cobos, ungido vicepresidente por compartir la fórmula presidencial con Cristina Fernández dentro del Frente para la Victoria, y que hace campaña en contra del propio gobierno que aún integra. Y qué decir de los pequeños partidos, que presentan el mismo candidato para distintas categorías. Ahora bien, si tales prácticas, con sus lógicas particularidades, resultan en esencia comunes a toda la dirigencia, tiene que haber alguna causa también común que opere en ese sentido. Esa causa reside en la ausencia de partidos políticos institucionalizados. Desde un punto de vista meramente teórico, los partidos resultan imprescindibles en los sistemas democráticos básicamente por tres razones: permiten agregar demandas e intereses sociales en el terreno político-electoral; contribuyen a la formación de cuadros de dirigentes; y poseen una determinada concepción del mundo o ideología que respalda y prefigura sus prácticas. Con esto en mente, cabe hacer una sintética revisión sobre las causas que llevaron al oficialismo a presentar candidaturas testimoniales. Básicamente se perciben dos tipos de razones: la primera, evidente, porque no tiene suficientes figuras que le aseguren un buen resultado electoral; la segunda, porque evita una fuga de intendentes hacia las filas de Unión-Pro. En ambos casos, la cuestión de fondo es la ausencia de un partido político sólido que pueda diversificar su oferta de candidatos o que en su defecto represente para el electorado una ideología que sea independiente de los candidatos ocasionales. Tanto como en los noventa se observaba el proceso de “farandulización” de la política, hoy nos enfrentamos con el siguiente paso donde la determinación se ha invertido. No es simplemente que para ser candidato con posibilidades se debe asistir a programas de televisión y demás sino que ahora es la propia televisión la que marca el discurso al candidato. Esto sólo es posible cuando la ausencia de ideas, propuestas y partidos ha llegado al límite de su existencia. En definitiva, estas problemáticas no son más que otra manifestación de la debilidad de los partidos políticos y su contraparte, la personalización de la política.

Desnacionalización, pronósticos e incertidumbre.
La crisis de los partidos políticos también tiene consecuencias importantes cuando se pretende analizar las fuerzas políticas que se disputan el poder de cara al 28 de junio. Ello se debe a que resulta sumamente difícil hacer una lectura a nivel nacional del mapa político actual. Más bien, estas elecciones evidencian una firme tendencia de la política argentina hacia su provincialización. Al respecto, conviene hacer un breve repaso por los distritos electorales más importantes del país. Siempre según las encuestas (a las cuales les dedicaremos un capítulo más adelante, con el “diario del lunes”), en la Ciudad de Buenos Aires todo parece indicar que el primer puesto sería para Unión-Pro (Michetti); en provincia de Buenos Aires se pronostica un triunfo del kirchnerismo (Kirchner); en Santa Fe la disputa se da entre el socialismo (Giustiniani) y el peronismo (Reutemann, alejado del kirchnerismo); en Mendoza parecería que gana el cobismo; en Córdoba, por último, se espera que triunfe una fuerza independiente (Luis Juez). Con este mapa político, a la pregunta sobre quién ganará las elecciones debería anteponerse otra, quizás más importante, ¿qué significa ganar las elecciones en este caso? El kirchnerismo apuesta a ganar en la provincia de Buenos Aires y en muchos de los distritos chicos. Con esto, se proclamará victorioso. La oposición, sin embargo, si esos son los resultados electorales, dirá que el kirchnerismo perdió en la mayoría de los distritos electorales importantes. Al margen de estas consideraciones merece ser resaltado que por la propia debilidad de los partidos políticos, y la consecuente personalización y desnacionalización de la política, los resultados de estas elecciones girarán en gran medida en torno a la interpretación que se haga sobre los mismos y, a partir de ello, comenzará el carnaval hacia 2011.
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Elecciones '09 - Primera parte

A tan sólo tres días de las elecciones legislativas, previstas originariamente para octubre y que por conveniencia del oficialismo se adelantaron al 28 de junio, creemos necesario hacer una serie de reflexiones sobre algunas cuestiones y tendencias que se han puesto de manifiesto en el transcurso de la campaña electoral.

Respecto del adelantamiento.
Cuando a comienzos de año se armaban los planes electorales creyendo que se contaba con varios meses de trabajo previos a la campaña, primero en la ciudad de Buenos Aires y luego a nivel nacional se decide el adelantamiento de los comicios. Sea justificado para separar las decisiones que tienen que ver con aquel ámbito restringido de la contienda nacional o por la necesidad de enfrentar la crisis sin un debate preelectoral contemporáneo, la decisión tiene un simple contenido oportunista, enfrentarlas en las mejores condiciones esperadas por parte de los partidos en el gobierno.
Aunque alteró las reglas de juego, y ello no resulta conveniente en un año electoral, la decisión, desde nuestra perspectiva, merece ser criticada no tanto desde un punto de vista legal sino más bien porque imposibilitó a los partidos políticos en particular y a la sociedad en general transitar con el debido tiempo una experiencia política en base al debate, la difusión y esclarecimiento de ideas y proyectos, la conformación de frentes o alianzas, la selección de candidatos mediante métodos democráticos, etc. Aunque todas las fuerzas políticas han sufrido el impacto de tales consecuencias, la situación se agrava en el caso de los pequeños partidos, a los que les resulta sumamente difícil, en tan breve período de tiempo, conformar las listas y posicionar a sus candidatos, conseguir los fondos para solventar los gastos proselitistas, y estructurar los ejes temáticos en torno a los cuales girará la campaña.

Ausencia de debate.
¿Qué está en juego el 28 de junio? Tomemos en primer término lo que surge de los discursos de los propios candidatos y partidos. Al respecto, el kirchnerismo señala que apuesta a profundizar el actual modelo productivo y de inclusión social, iniciado en 2003. En lo que a estas alturas resulta prácticamente un cliché, busca contraponer su actual modelo de gestión con lo acaecido durante los años ’90, intentando de tal forma suprimir de un plumazo evidentes continuidades entre uno y otro. Al respecto, en el período 2003-2008 la economía argentina creció en forma consecutiva a tasas anuales inéditas (superiores al 8 %). Sin embargo, tal dinamismo se asentó fundamentalmente en la “ventaja” competitiva lograda con la profunda caída del salario real provocado con la devaluación de 2002 y en una coyuntura internacional sumamente favorable por el aumento en el precio de los commodities. En tal sentido, cabe señalar que recién a fines de 2006 el nivel del salario real alcanzaba un nivel similar al registrado en 2001 (Encuesta Permanente de Hogares - INDEC, 2007), es decir, un poder adquisitivo resultado de diez años de -las recurrentemente denostadas- políticas neoliberales. No deja de ser sugestivo, en tal sentido, la manipulación de datos que el gobierno comenzó a efectuar desde hace dos años en el INDEC. No solo ha falseado los indicadores relativos a la inflación (lo que impide la debida recomposición salarial de los trabajadores) sino también han desaparecido los indicadores relativos al salario real y la distribución del ingreso.
Asimismo, sólo a partir del conflicto con el campo y con la crisis económica mundial en el horizonte próximo, el gobierno enfatizó en la necesidad de profundizar el modelo de acumulación vigente, en base a una mayor redistribución del ingreso. ¿Qué logró y qué propone para tal fin? Retrospectivamente poco -en relación con los indicadores más utilizados respecto a la calidad del empleo, la concentración del ingreso y la pobreza- pero a futuro el discurso gira siempre en torno a la necesidad imperiosa de la intervención estatal. Gobiernos del mundo de diferente signo (conservadores, liberales, de derecha, de centro y/o de centro izquierda) parecen coincidir en que frente a la crisis el Estado debe tener un rol más importante y activo que lo que suponía el precepto neoliberal. Sin embargo, al contrario de lo que el gobierno asegura, la intervención estatal por sí misma no garantiza una mejor redistribución del ingreso. Es necesario dilucidar la naturaleza de tales intervenciones. Más allá de pretender alejar el temor a la instalación de un régimen al estilo Chávez, el kirchnerismo no ofrece muchas respuestas a qué significa profundizar el modelo.
Siempre en consideración de sus propios discursos, el campo opositor, en lo que aquí interesa, podría dividirse en dos, basado en discursos de los candidatos: a la derecha del oficialismo y hacia su izquierda. En el primer lugar, se encuentran Unión Pro y el Acuerdo Cívico y Social (UCR+Coalición Cívica+Socialismo). Ambas alianzas acuerdan -a pesar de ir en boletas separadas- en algunos puntos fundamentales: el primero, en hacerse eco de las demandas del “campo”. El segundo, es el abstracto discurso de la calidad institucional. El tercero, de fondo, es la oposición acérrima al kirchnerismo. Con respecto a la primera cuestión, se declama la necesidad de eliminar totalmente las retenciones a la exportación de gran parte de los productos agrarios, aún cuando hasta las pasadas elecciones presidenciales alguna de esas agrupaciones llevaba la bandera contraria (la Coalición Cívica incluso planteaba un esquema con retenciones móviles). Sin embargo, de ningún modo responden sobre cómo cubrirían los ingresos fiscales faltantes o, en su defecto, qué rubro presupuestario reducirían. El segundo punto se conecta, evidentemente, con el tercero. El kirchnerismo es visto por este sector político como la máxima expresión de la degradación institucional del país. Las críticas en general tienden a centrase en el carácter confrontativo de Néstor Kirchner, en su naturaleza “despótica” para tomar decisiones, en la existencia de un doble comando que debilita la investidura presidencial. También plantean una batería de acciones, muchas de ellas de índole legislativa, destinadas a revertir algunas de las medidas institucionales más polémicas del kirchnerismo, como la reforma de Consejo de la Magistratura y la delegación de las facultades presupuestarias hacia del Ejecutivo (justificable, esta última, durante la inmediata salida de la crisis pero no un lustro después).
Asimismo, en ciertos contextos electorales, como en la Ciudad y Provincia de Buenos Aires, el discurso en pos de la seguridad resulta efectivo a la hora de recolectar votos, y en tal dirección apuntan ambas agrupaciones, Unión Pro y el Acuerdo Cívico y Social.
En definitiva, en este sector no se observa ninguna crítica al modelo kirchnerista que haga eje en la necesidad de redistribuir el ingreso y de atenuar las desigualdades sociales, salvo en muy contadas excepciones en sus discursos. En síntesis, es una oposición que corre al kirchnerismo por derecha con tanto contenido sobre el qué hacer económico como el oficialismo.
En el otro sector del espectro político, se encuentran, con posibilidades y potencialidades dispares, Proyecto Sur (con Pino Solanas), Autodeterminación y Libertad (AyL, con Luis Zamora), Partido Encuentro (Martín Sabbatella) y los partidos de izquierda (PTS, MST, PO). Cabe aclarar que aquí nos limitamos a analizar los contendientes que presentarán candidatos, por lo que no haremos consideraciones sobre aquellas fuerzas que plantean como estrategia ir por fuera -y en contra- del acto electoral).
Proyecto Sur, que aglutina un conjunto de fuerzas progresistas, disfruta de buenas proyecciones con un discurso centrado en el aprovechamiento nacional de la renta de los recursos naturales y la recuperación de lo público (con eje central en el Estado), así como de la visibilidad y carisma de sus candidatos. En parte, su incidencia en la campaña viene dado por los sectores progresistas no peronistas, muy presentes en la Ciudad, así como de los desencantados con el kircherismo y sus creciente conservadurismo y “pejotización”. En este caso, con alguna propuesta concreta muestran -en el desértico mapa de las ideas- una destacable diferencia. En el caso de AyL las chances son muy menores debido a la muy cuestionada experiencia previa de Zamora.
En el campo de los partidos de izquierda subyace, en el pensamiento común, el viejo cuestionamiento al porqué se encuentran persistentemente separadas, a pesar de sus evidentes coincidencias. Aunque se enfrentan con un sectarismo claro, sus problemas no son reducibles a la mera falta de voluntad política. Lo central, creemos, parece ser la ausencia del sujeto al que dirigen su acción: un movimiento obrero dispuesto a bregar por una salida anticapitalista. Frente a ello, la población trabajadora parece mucho más proclive al peronismo.
En definitiva, la campaña electoral no ofrece grandes debates entre los contendientes, y escasas ideas a futuro. En ese contexto, las candidaturas testimoniales, la solicitud de impugnaciones hacia algunos candidatos, y la supuesta relación entre De Narváez y el contrabando de efedrina, han ocupado el centro de la escena proselitista. Sin embargo, estas discusiones transitaron más por los tribunales que por el campo estrictamente político. La judicialización de la política no es sino el resultado de la falta de política.
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10 junio, 2009

Sobre los Bachilleratos Populares

El brutal y recurrente bastardeo del discurso político no ha llegado todavía a negar que la educación es un tema de debate necesario. Todavía existe algún vestigio de que en las aulas se formarán los futuros líderes, profesionales, ciudadanos, etc. Ahora, más allá del sentimiento nostálgico ¿hay ningún tipo de debate? Las únicas discusiones que aparecen en torno a la educación suelen estar ligadas al salario docente, a las condiciones edilicias, etc. Nadie niega que deban discutirse estos temas pero ¿no debiera también discutirse qué rol debe jugar la educación dentro de un proyecto de país? ¿No debiera someterse al sistema educativo a una crítica sobre la vigencia de sus objetivos y de sus formas? La intención de este primer post sobre educación es difundir la experiencia de los Bachilleratos Populares quienes sí dieron paso a la discusión de estos temas, que decidieron tomar la educación en sus manos e iniciar un proceso de transformación del sistema educativo tomando como primera pregunta ¿qué lugar tiene la educación en el marco de un proyecto de país?

Encuadre general:

En principio nos bastaría decir que un Bachillerato Popular (BP) es un espacio que intenta formar sujetos críticos en base a una noción distinta de la educación. ¿Qué es lo distinto? Arranquemos por el análisis de su forma pedagógica. En sí los BPs no tienen la misma concepción en cuanto a la forma de enseñanza respecto a la educación formal. En ellos aparece una forma que intenta crear un vinculo fuerte entre la realidad específica (en tiempo y, sobre todo, en espacio) de cada sujeto con el sujeto mismo. Esta premisa tiene su justificación en que las formas de la educación formal, por las cuales han pasado todos los estudiantes de los BPs, están basadas en un concepto abstracto del conocimiento, un conocimiento cuyo sólo objetivo es llenar de saberes universales a sujetos que, luego de pasar por las instancias requeridas, deberán utilizar dichos saberes para poder adaptarse al medio (1). En este sentido intercede la educación popular. Desde sus orígenes, en Brasil, la educación popular tuvo como objetivos transformar la realidad en la cual se encontraban esas personas. Una realidad signada por la falta de conocimiento del lenguaje, por ende, inhabilitados a organizarse para cualquier tipo de fin. En ese sentido, de la mano del MST, en Brasil se comenzó la puja por una educación que tuviera como finalidad el crear sujetos capaces de organizarse para poder iniciar un lento proceso de transformación de su realidad objetiva. He aquí la principal diferencia entre la educación formal y la educación popular: en la primera no existe más objetivo que llenar las cabezas de los individuos para que los mismos puedan adaptarse a su medio, independientemente del contexto específico de cada uno. En la segunda se ve claramente que el objetivo no radica en la adaptación del sujeto sino que implica la necesidad de la transformación del medio en el cual esos sujetos viven.
Frente a un objetivo distinto deviene un método distinto. La forma de los BPs está basada en generar un espacio no vertical donde los estudiantes puedan apropiarse del conocimiento de forma directa. Es decir, se presenta la necesidad de generar un conocimiento que de cuenta de su realidad específica, que sea capaz no sólo de comprender su realidad, sino que también pueda transformar esa realidad. Entendiendo que la forma más potente de transformar esa realidad es mediante la cooperación entre estudiantes y profesores, se lleva a la práctica un espacio en el cual los mismos intercambian saberes orientados a accionar sobre esa realidad.
Los BPs nacen, en Argentina, frente a una manifiesta exclusión de la escuela formal pública originada, no sólo en los fundamentos de la misma, sino también, en el proceso de degradación que sufrió la educación pública en las últimas 4 décadas. Nacen frente a la creciente privatización de la enseñanza, no sólo manifestada en el avance del sector privado en este campo, sino también en el desinterés por parte del Estado en cuanto a la importancia relativa de la educación en un proyecto de país (quedará para artículos posteriores analizar la unidad de este proceso y sus implicancias). Es por ello que los BPs están ligados a la crisis de 2001, crisis que encarnaba todos estos aspectos y arrastró consigo a la sociedad argentina a una de sus más crudas miserias.
También es cierto que todos los BPs están ligados a organizaciones sociales, de mayor o menor envergadura. Esto da cuenta de que las organizaciones sociales perciben a la educación como arma principal para la lucha por un país-mundo más justo (cualquiera sea la forma de este). La lucha actual de los bachilleratos populares está en lograr la oficialización de sus títulos, es decir, en la generación de un marco legal que reconozca la experiencia de los bachilleratos populares como otra forma de educación posible. Bajo las normas vigentes, los BPs son reconocidos como instituciones privadas, lo cual implica una diversidad de impedimentos legales para la obtención de medios (herramientas, subsidios, etc.) para lograr un funcionamiento normal y digno en cada BP.
Es conveniente aclarar que el objetivo de los BPs no es servir de complemento, o suplir una necesidad que el Estado ha relegado. La acción política de los BPs es operar sobre el desarrollo de la conciencia de los individuos a fin de crear entre los mismos la capacidad de cooperar para poder transformar su realidad objetiva. De esa forma colectiva generar un país/mundo más justo e igualitario. Este objetivo se plasma en la apertura de espacios en donde sectores populares puedan hacerse responsables de sus propias vidas en un colectivo a través del debate y reconocimiento de su propia acción.

Perspectivas:
Habiendo hecho un breve análisis sobre los BPs, tratemos ahora de ver cuales son las potencialidades que de sí se desprenden.
Existe una corriente, dentro de los sectores de la educación, que propone llevar a la escuela formal, en especial a la escuela pública, las formas y los contenidos que aparecen en los bachilleratos populares. Es decir, operar sobre las formas pedagógicas de la educación formal a fin de convertirlas en prácticas de tinte más horizontal y que posibiliten la formación de sujetos críticos dentro del sistema formal de enseñanza (2). Esta corriente plantea, a su vez, que la creación de los BPs está ligada a la dificultad que encuentran muchos profesionales para poder ejercer la docencia (3). Como todo intento de análisis que se base en la expresión sin preguntarse el por qué, esta corriente no puede dar cuenta de que la razón misma de existir de los BPs es otra muy distinta a la de la educación formal. Como dijimos anteriormente la educación formal tiene como objetivo formar sujetos adaptables al medio, en cambio la educación popular tiene como objetivo la formación de sujetos que sean capaces de operar colectivamente sobre la realidad a fin de transformarla (4).
Pero tratemos de analizar ahora las potencialidades que tiene el BP por sí mismo, es decir, analicemos las potencias de su propia acción política concreta. Es claro que a la hora de generar una acción política deben aparecer los medios (cualquiera sea la forma de estos) que posibiliten llevar acabo dicha acción. Entorno a esto surgen los principales conflictos y contradicciones de los BPs. La lucha por el reconocimiento de parte del Estado de la experiencia educativa popular encuentra un límite específico, a saber: ¿por qué el Estado debiera incluir estas formas de educación si ha denigrado y postergado a la educación pública? es más ¿por qué un Estado debiera brindar los medios necesarios para generar procesos políticos autonomistas que tengan como potencialidades la abolición de una lógica mercantil aplicada a la educación (y no sólo a ella) y a fin de cuentas, la abolición de su propia necesidad de existir?
Frente a esta disyuntiva habrá algunos que dirán que la autogestión es posible y que es la única vía de acción coincidente con las propias determinaciones de un BP y por ende la única capaz de desarrollarlas. De otra forma se caería en la politiquería sucia representada por los partidos políticos y su inseparable accionar clientelístico, usufructuantes de la miseria que se desea erradicar. Aunque, por otro lado, es de notar que el escenario donde quedan circunscriptos los BPs es tal por carecer de los medios mismos y por tanto, incapaz de generar una transformación. De aquí se desprende que los medios que permitan la concreción de dicha acción deben provenir de un afuera, en otras palabras, este proceso debiera reconocer la unidad que existe dentro del mismo sistema capitalista y su inseparable dependencia, es decir, debiera suprimir sus pretensiones autonomistas. Este problema general está un discusión constante ya que, si bien no aparece de esta forma, toda acción política que se desprenda de los BPs está íntimamente ligada a esta dicotomía inconclusa.
Dadas las condiciones actuales en las cuales se encuentran los BPs, es de esperar que dicha acción política no se haya discutido. La mayoría tiene que lidiar en este momento con la generación de normas internas que manifiesten sus pretensiones (por ejemplo: cómo evaluar los contenidos, cómo encarar la cuestión de las asistencias, cómo construir el espacio propio, etc.). La pretensión de este artículo es doble: por un lado dar a conocer las nuevas experiencias educativas-transformadoras y por el otro poner de relieve los conflictos y contradicciones que las mismas generan, a fin de plantear el debate correspondiente.

Notas al pie:
1. Se puede decir que, desde la perspectiva de los BPs, la acción devenida de la educación formal sólo reproduce al sistema y por lo tanto no es capaz de transformarlo. Es en éste sentido en el cual se hace la diferencia entre adaptación y transformación. Cabe mencionar que este es un tema bastante delicado de discusión, ya que todos los docentes de los BPs son egresados de la escuela formal y, gran parte de ellos, transita en la universidad pública. Entonces, ¿es el tipo de educación formal la responsable de reproducir individuos adaptables? Obviamente no en su totalidad. A su vez, sería un error desenmarcar a la educación pública con el modelo neoliberal causante de enormes daños a todo lo que otrora tuvo algún rótulo de público. Es bien entendido por los BPs que no es sólo la educación formal la que reproduce individuos adaptables, sino que existe todo un modelo más amplio detrás que así lo hace. Los BPs intentan modificar esa reproducción de sujetos individualistas a través de la educación, tanto por elección como por posibilidades concretas de hacerlo.
2. Este discurso está basado en las declaraciones de la docente Laura Marrone (Ademys) en la discusión presentada en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) en el marco del debate titulado: “Lo público/lo privado: surgimiento y reconocimiento de los bachilleratos populares” organizado por Inédito Viable (Espacio Universitario en Cs. de la Educación).
3. Recordemos que un profesional por más recibido que esté debe contar con un profesorado para poder ejercer la docencia acorde a las normas. De la norma a la realidad hay mucha distancia.
4. Que quede claro que aquí no se está discutiendo el hecho de que la acción transformadora, generalmente llamada revolución, deba venir desde adentro o desde afuera del sistema, simplemente nos limitamos a exponer las posturas más relevantes respecto a este tema.


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