04 julio, 2009

El post de las post-elecciones.

En los días previos a la elección señalamos que sería difícil entender el significado de los resultados de las elecciones y así es. Algunos pensaron que con la inesperada derrota de Kirchner en la Provincia sería más sencillo, pero no. Se complica aún más. En primer lugar, si de una construcción política conciente se trata, debemos intentar entender el proceso social del que sólo vemos una de sus formas más concretas (y sucintas) de expresión. Usando una reflexión de Wainfeld: “Cuando se elige cada dos años (y en varios niveles estaduales) es casi un disparate imaginar que el pueblo nunca se equivoca. Pero sería uno mayor, de lectura sociológica y de buena fe política, creer que no sabe lo que hace.” En segundo lugar, estos resultados imponen la necesidad de eliminar del análisis político la cuestión del aparato y el clientelismo, usada como excusa de malos resultados de las diferentes fuerzas a lo largo de los años. Finalmente, el resultado de la elección demuestra que la estrategia de la polarización del electorado no tiene tanta fuerza en elecciones legislativas como bajo unas de carácter ejecutivo.

Lecturas

¿Qué fue lo que pasó el domingo 28 de junio? Las explicaciones más comunes hablan de un rechazo a las formas “autoritarias” del kircherismo y un voto contrario al PJ. Por ejemplo,
Tomás Eloy Martínez señala que Cristina Fernández “…no se mostró conmovida por el movimiento sísmico de un electorado que la votó con entusiasmo hace casi dos años y que después de su conflicto sin tregua con los productores agropecuarios se volvió contra el estilo de confrontación que heredó del ex presidente, su marido”. Ahora bien, si eso fuera así debemos seguir explicando por qué los votos se dividieron como ocurrió entre los otros partidos no “autoritarios”.
Otra de las lecturas, proveniente del oficialismo realiza el siguiente análisis. Cuando uno es oficialismo posee casi todos los elementos para lograr un mejor resultado electoral, esto es, el aparato del Estado y sus recursos. A esto debemos sumarle los provenientes del Partido Justicialista. Y fue en este sentido que se jugó la campaña: apostando todo a defender el “modelo”. Entonces, la derrota vino de un voto de un electorado crecientemente derechizado en contra de las medidas del gobierno. Estas dos explicaciones deberían sumarse a otra que postula que las propuestas y proyectos de país de las demás fuerzas políticas cautivaron más a los votantes que las del oficialismo. Sin embargo, la campaña tuvo poco de eso y los principales contendientes (con las excepciones que marcaremos) no tienen absolutamente ninguna idea propia para la Argentina. Aquí no estamos haciendo un juicio de valor, no hay ni siquiera ideas frente a las que podríamos estar profundamente en desacuerdo y militar en contra. Dado que son intentos de justificación, más que explicaciones, y ninguno es satisfactorio, quizá podemos hacer una lectura propia de los comicios. Para ello, refugiémonos en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué sucedió allí? Evidentemente, el resultado del PRO no fue el esperado, el del Acuerdo Cívico y Social (ACyS) tampoco y ni que hablar del Frente Justicialista para la Victoria. Frente a ellos surgió como principal fuerza Proyecto Sur. Si miramos el panorama nacional, podemos señalar que hubo pocas otras sorpresas (la derrota en la provincia de Buenos Aires no era esperable pero era plausible, y en las demás provincias todo pareció en orden). ¿Qué ofrecía Proyecto Sur frente a los demás? Claramente, por fuera de la posiblemente convocante personalidad e historia de Pino Solanas, hubo algo más. Un punto clave: la Ciudad siempre garantizó un resultado como este para la fuerza que pudiera personificar consistentemente el voto progresista (así fue con Zamora, Ibarra y Carrió). A todo eso le sumamos un discurso con contenido, muy relacionado con las banderas opositoras al menemismo. Frente a ello, el PRO no presenta ninguna idea, el ACyS tampoco y, ante un electorado normalmente refractario al peronismo, el golpe de gracia para ese espacio fue que el candidato principal fuera un miembro del PC (hecho difícil de digerir para esa parte del electorado). En este sentido, podríamos ver que en el ámbito de la Ciudad no existió una derechización (siendo que es el principal distrito “acosado” por los medios de comunicación masivos) ni hubo un voto contra el “autoritarismo kirchnerista”, que estaría mejor representado por el PRO o por el ACYS y descartamos así (o al menos ponemos en duda) dos de las explicaciones antes mencionadas. De esta manera, compartimos la lectura de aquellos que señalan la pérdida de entidad del kirchnerismo en su pejotización y derechización. Si nos detenemos a analizar la evolución de sus políticas vemos una importante desilusión respecto a las primeras medidas de centroizquierda y una pérdida de iniciativa e impulso al respecto. A su vez, la trasversalidad original que se planteó con la apertura a movimientos sociales y diferentes organizaciones, fue trastocándose en una cerrazón peronista en lucha directa contra ellas, que terminó realineando el voto de centroizquierda en la Ciudad para Proyecto Sur y en la Provincia hacia Sabatella. Tan es así que Carrió, que hace tiempo dejó de personificar coherentemente ese espacio, casi queda afuera del Congreso. En el mismo sentido, D’ Elía hace una lectura interesante al respecto. A tono con su estilo, decretó que "haber presidido el PJ ha sido el peor de los errores políticos de Néstor Kirchner" y continuó: "El PJ es una estructura fuertemente cuestionada junto con la UCR en la crisis de representación política desatada el 19 y 20 de Diciembre de 2001. Hoy se puede ver a todas luces como ese partido conservador y de derechas, vacío de política e ideologías, profundamente amoral en sus practicas, contiene en su seno a muchos dirigentes, dueños de un pragmatismo corrosivo y de un escepticismo crónico respecto a las utopías generadoras de la sociedad nueva que queremos construir: humanitaria, inclusiva, libre, fraterna, autonómica, liberada”. “No se pueden llevar adelante muchos de nuestros sueños del pasado con una estructura infectada irremediablemente de derrota cultural. Sencillamente no pueden defender la memoria, la verdad y la justicia los mismos que apoyaron el olvido y la impunidad”. Por su parte, Eloy Martinez -que ya vimos sostiene la tesis del voto “contraautoritario”- señala que “Esas laboriosas mayorías, al votar, apoyaron incluso agendas que no se ve cómo podrían mejorar su mediocre calidad de vida” y reivindica entonces a Solanas: “En contraste, Pino Solanas, cuya excelente elección en la ciudad de Buenos Aires nadie esperaba, planteó un modelo de país. Se puede estar o no de acuerdo con él, pero al menos su discurso estuvo lleno de ideas.” Es decir, perdieron votos por errores propios hacia la derecha (entre los que deberían sumarse los votos que habían reflejado la mejoría notable de la situación económica en elecciones pasadas) y por mejores propuestas a la izquierda. En contra de esta lectura, el PJ ha levantado sus propios análisis que oscurecen la plausible reacción de los votantes, remplazándola por lógicas a priori. Una afirma que “… no hubo un voto que castigó un modo “autoritario” de conducir. Hubo un voto pancista que volvió a despreciar la política y que buscó alejar la posibilidad de una mirada comunitaria sobre la vida, por parte de los creen que para ellos está todo bien y que los dejen de embromar”. Con esa lógica del “que se vayan éstos, que venga cualquiera” pretenden no sólo entender la derrota del kircherismo, sino “también el voto positivo a una figura oscura, sin ninguna propuesta concreta, surgida de un marketing feroz, que utilizó como principal argumento ser protagonista en un programa cómico de televisión y decir que estará al lado del campo”. En ese caso, ¿no deberíamos preguntarnos por qué “alguien oscuro y sin propuestas” (1) le gana a un supuesto proyecto consolidado? O ¿por qué el proyecto no logró modificar en lo más mínimo la ideología de los noventa donde no existe una entidad nacional o comunitaria? Si lo hacemos vemos que el problema, como señalan otros, no es que los que no son “nacionales y populares” voten a la derecha (eso tiende a ser así), sino que el kirchnerismo no puede personificar un voto progresista frente a ellos. En el mismo sentido se expresa Scaletta: “En base al discurso redefinido a partir de marzo de 2008, el Gobierno no debería preocuparse si su apoyo disminuye entre las clases altas y medias altas. Después de elecciones adversas ya no es tiempo de listar lo conseguido, sino de repasar lo que se hizo mal; las fuentes del descontento de las mayorías.” Esto es lo más preocupante: que se busquen excusas para el resultado (o se insista en no reconocerla) cuando de lo que se trata es de transformar el país, con el apoyo popular. Frente a los clásicos ajustes de cuentas del PJ, Krakowiak lo resume así: “Lo que le faltó al Frente Justicialista para la Victoria no fueron lealtades partidarias sino votos”. Bajo la misma negación, uno de los ministros más importantes atribuye todo a simples problemas de comunicación. Quizá esos problemas podrían haberse salvado con la efectiva puesta en práctica de las iniciativas, pero esto no sucedió. Y aquí volvemos a la pregunta central: ¿puede el gobierno reformularse y avanzar en la senda progresista para recuperar los votos perdidos? Sus propias organizaciones plantean el interrogante: ¿Puede personificar las transformaciones que sólo aparecen en el discurso y no en los hechos? ¿Puede en este momento de debilidad apartarse del PJ y sus organizaciones?

¿Qué pasó después?

A partir de la derrota, se desencadenaron los hechos: Kirchner abandono el PJ y lo dejó a Scioli, único presidenciable del oficialismo -ahora con pocas chances- para apagar el incendio interno. Frente a esa situación
volvieron a aparecer los históricos, reclamando una cuota del poder para enderezar el camino. En el mismo sentido, se plantea la renovación de autoridades y estructuras internas del PJ). A su vez, gran parte del esquema de poder político se resquebrajó con la derrota (aún cuando sus efectos institucionales se demoren varios meses en llegar) a lo que debemos sumar el aceleramiento de las causas judiciales. Sin embargo, frente a las amenazas del “fin del kirchnerismo” (existentes al menos en la cabeza de Das Neves), su jefe ensaya salidas quizá en el sentido que marcamos, pero “no está muerto el que pelea” y parece que –dato no menor- al que pelea lo acompaña la economía.
Como vemos, en una semana pasó de todo (y seguirá pasando lo que ameritará otro post). Pero los temores a la derecha no parecen tener tanto sustento material. En la Ciudad no mantuvieron su nivel de aceptación luego de un año y medio de gestión (supuestamente su fuerte) y en la provincia han ganado, pero por escaso margen. Su socio peronista ya muestra sus ganas de abandonar el barco. A su vez, todas las fuerzas opositoras por derecha se mostraron como lo que son: “Aunque durante la campaña pidió ampliar y ahondar el diálogo, el peronismo disidente se volvió receloso cuando se confirmó que había ganado en la poderosa provincia de Buenos Aires. A las pocas horas, la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, ya pronosticaba "problemas de gobernabilidad". Con grandes fiestas para recibir los resultados, pero poco proyecto para compartir. Como decía Perón correctamente “la única verdad es la realidad”. Y, si bien esta realidad se muestra siempre confusa, habrá que seguir indagando para poder entender y, claro, cambiarla.

Notas al pie. 1. Como lo pone Forn “… lo que a mí me salta más nítidamente a la vista cada vez que escucho hablar a De Narváez, a Macri, a Biolcati, a Prat Gay, es su cobardía más íntima: que nunca, nunca, se hayan atrevido a pensar nada por sí solos, que hayan esquivado todas las oportunidades que les salieron al paso para construir su identidad con sus propias palabras, que sean incapaces de ver en la palabra “nosotros” otra cosa que un atávico mecanismo reflejo que les permite identificar al instante quién es como ellos y quién no.

2 comentarios:

Martín Kalos dijo...

Muy buen análisis... pero metan un punto y aparte cada tanto, muchachos (y muchachas, que no se me ofendan), que este choclo desincentiva cualquier lectura!

Abrazos!! Aplaudo la vuelta!

Martín

Conciencia Critica dijo...

¡Gracias por el comentario, Martín! Y lo de los punto y aparte lo vamos a tener en cuenta para los próximos posts: es cierto lo que decís. Esperamos poder cumplir...