25 junio, 2009

Elecciones '09 - Segunda parte

Candidaturas testimoniales.
La estrategia electoral del kirchnerismo, consistente en presentar candidatos que actualmente ocupan cargos públicos electivos (en la gobernación o en distintas intendencias), y que muy probablemente no asuman las nuevas responsabilidades para las que sean ungidos -aún en el caso en que triunfen-, motivó el airado rechazo por parte de las distintas fuerzas políticas (especialmente Unión PRO, Coalición Cívica y el radicalismo) y también de algunos medios de comunicación claramente opuestos al gobierno nacional (Clarín y La Nación).
La jugada recorrió dos instancias judiciales, en las que los fallos resultaron invariables: no se encontraron evidencias que motivaran la impugnación de las candidaturas testimoniales. Agotado el camino legal, las fuerzas de oposición mencionadas apelaron a la critica moral, sosteniendo que el kirchnerismo en esencia lo que se proponía era estafar a la ciudadanía. Tal discurso forma parte de una estrategia más general por parte de estas agrupaciones, que intentan dividir el espectro político en torno a un polo republicano (ellos mismos) y otro anti-republicano (el kirchnerismo, o el peronismo en su conjunto, despreocupado por la suerte de las instituciones y por las buenas prácticas). Sin dudas las candidaturas testimoniales merecen ser criticadas, por un lado, porque significan un paso más en no cumplir con la palabra empeñada y muestran una total indiferencia hacia los medios que permiten acceder al poder o conservarlo, no contribuyen en nada a recuperar la política como construcción transformadora reconocida por la sociedad. Por el otro, acentúan la indiferencia respecto de las ideas y proyectos, ya que la campaña se convierte en un plesbicito constante, donde lo hecho alcanza para justificarse y se niega la posibilidad de nuevas alternativas, donde toda construcción ajena se iguala en “la oposición” Sin embargo, este tipo de prácticas no son patrimonio exclusivo del kirchnerismo. Al respecto, en Unión PRO (supuesto baluarte de la República) Gabriela Michetti ha renunciado a su cargo de Vice jefa de Gobierno porque aspira a ser diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Mauricio Macri, asimismo, llegó a ser Jefe de Gobierno, gracias a haber incumplido su mandato de diputado. Lo mismo puede decirse de Felipe Solá. Para completar el cuadro republicano, resta hacer mención a Julio Cobos, ungido vicepresidente por compartir la fórmula presidencial con Cristina Fernández dentro del Frente para la Victoria, y que hace campaña en contra del propio gobierno que aún integra. Y qué decir de los pequeños partidos, que presentan el mismo candidato para distintas categorías. Ahora bien, si tales prácticas, con sus lógicas particularidades, resultan en esencia comunes a toda la dirigencia, tiene que haber alguna causa también común que opere en ese sentido. Esa causa reside en la ausencia de partidos políticos institucionalizados. Desde un punto de vista meramente teórico, los partidos resultan imprescindibles en los sistemas democráticos básicamente por tres razones: permiten agregar demandas e intereses sociales en el terreno político-electoral; contribuyen a la formación de cuadros de dirigentes; y poseen una determinada concepción del mundo o ideología que respalda y prefigura sus prácticas. Con esto en mente, cabe hacer una sintética revisión sobre las causas que llevaron al oficialismo a presentar candidaturas testimoniales. Básicamente se perciben dos tipos de razones: la primera, evidente, porque no tiene suficientes figuras que le aseguren un buen resultado electoral; la segunda, porque evita una fuga de intendentes hacia las filas de Unión-Pro. En ambos casos, la cuestión de fondo es la ausencia de un partido político sólido que pueda diversificar su oferta de candidatos o que en su defecto represente para el electorado una ideología que sea independiente de los candidatos ocasionales. Tanto como en los noventa se observaba el proceso de “farandulización” de la política, hoy nos enfrentamos con el siguiente paso donde la determinación se ha invertido. No es simplemente que para ser candidato con posibilidades se debe asistir a programas de televisión y demás sino que ahora es la propia televisión la que marca el discurso al candidato. Esto sólo es posible cuando la ausencia de ideas, propuestas y partidos ha llegado al límite de su existencia. En definitiva, estas problemáticas no son más que otra manifestación de la debilidad de los partidos políticos y su contraparte, la personalización de la política.

Desnacionalización, pronósticos e incertidumbre.
La crisis de los partidos políticos también tiene consecuencias importantes cuando se pretende analizar las fuerzas políticas que se disputan el poder de cara al 28 de junio. Ello se debe a que resulta sumamente difícil hacer una lectura a nivel nacional del mapa político actual. Más bien, estas elecciones evidencian una firme tendencia de la política argentina hacia su provincialización. Al respecto, conviene hacer un breve repaso por los distritos electorales más importantes del país. Siempre según las encuestas (a las cuales les dedicaremos un capítulo más adelante, con el “diario del lunes”), en la Ciudad de Buenos Aires todo parece indicar que el primer puesto sería para Unión-Pro (Michetti); en provincia de Buenos Aires se pronostica un triunfo del kirchnerismo (Kirchner); en Santa Fe la disputa se da entre el socialismo (Giustiniani) y el peronismo (Reutemann, alejado del kirchnerismo); en Mendoza parecería que gana el cobismo; en Córdoba, por último, se espera que triunfe una fuerza independiente (Luis Juez). Con este mapa político, a la pregunta sobre quién ganará las elecciones debería anteponerse otra, quizás más importante, ¿qué significa ganar las elecciones en este caso? El kirchnerismo apuesta a ganar en la provincia de Buenos Aires y en muchos de los distritos chicos. Con esto, se proclamará victorioso. La oposición, sin embargo, si esos son los resultados electorales, dirá que el kirchnerismo perdió en la mayoría de los distritos electorales importantes. Al margen de estas consideraciones merece ser resaltado que por la propia debilidad de los partidos políticos, y la consecuente personalización y desnacionalización de la política, los resultados de estas elecciones girarán en gran medida en torno a la interpretación que se haga sobre los mismos y, a partir de ello, comenzará el carnaval hacia 2011.

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