10 noviembre, 2009

Reforma (de la construcción) política

Desde Conciencia Crítica queremos aportar al debate respecto al proyecto de ley de “Reforma política” (que en realidad modifica aspectos centrales de varias legislaciones) a partir de reforzar algunos de los interrogantes que plantea José Natanson en su nota de Página/12. Como bien señala el autor, el efecto final de la modificación de las normas es indefinido, pero sí podemos discutir que tendencias se ponen en movimiento para conocer los posibles resultados de su implementación.
La primera pregunta que creemos importante es: ¿Cuándo se profundiza la participación política de la población? ¿Es a través de la igualación de la incidencia política del afiliado y el “independiente”? Como se señala en el artículo, la igualdad al momento de elegir los candidatos diluye el incentivo a la afiliación, proceso que es central si, otro de los cambios que tomaremos más adelante, es la cantidad de afiliados requeridos para mantener el status de partido político. En este sentido, habrá que ver que sucede porque bien podría ocurrir que se reduce el incentivo a afiliarse y eso conlleva a la desaparición de partidos que, en el contexto actual, tienen un buen funcionamiento interno.

A su vez, ¿a qué programa se va a ajustar el candidato? ¿al de los independientes que simpatizan con el espacio o el de los militantes que lo construyeron?¿Qué mecanismos sobreviven a la apertura a la participación independiente para asegurar que el programa se lleve a cabo? Y más aún, en esos programas ¿se diluirá más el contenido político para atraer más votantes independientes? En otro post señalábamos que este punto –la necesidad de un programa integral y coherente así como mecanismos para hacerlo respetar por sus candidatos- es central para construir una democracia que transforme cualquier país.
Por el otro lado, un interesante posible efecto es el que Natanson rescata de Artemio López: un justicialismo y radicalismo limitado a un solo candidato cada uno será muy fuerte en cada distrito pero perderá parte de la atracción que logra al presentar varios. La magnitud de esa posible caída en los votos es importante para partidos más pequeños y nuevos que disputan espacios tanto a izquierda como a derecha de ambas estructuras.
Sin embargo, esos partidos con sus pequeños grupos de afiliados (como señalamos, quizá desincentivados a continuar participando si el esfuerzo militante no conlleva primacía alguna al interior del partido) son los más acosados por la reformas a los pisos para mantener la personería. Aquí discrepamos con Natanson; es difícil pensar que la necesidad de sobrevivir como organización conlleve a su unificación entre ellos. Es más posible que se diluyan en acuerdos con los grandes partidos, salvo casos muy particulares como podría ser la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué decir de estructuras como el Partido Obrero o el Partido de los Trabajadores Socialistas que, sin contar con estructuras suficientes para tales fines, trabajan internamente de manera correcta, y es imposible considerar una alianza con tales partidos históricos?
En cambio, las modificaciones respecto al financiamiento de campaña y sus límites sí benefician a esos partidos pequeños. La limitación en los aportes de empresas o de billeteras familiares permite igualar el alcance social. A pesar de eso, es difícil pensar que la simple letra de la ley va a modificar las estratagemas para eludir las regulaciones.
Es claro que, además de discutir los alcances de cada modificación (por lo visto un punto porcentual hace la diferencia), quedan otras tantas cuestiones por discutir. La posible inclusión del voto electrónico -de la que resta asegurar su transparencia-, conllevaría no solo una simplificación del recuento sino que también eliminaría los costos para los partidos, y las trampillas de robo de boletas. La boleta única, con efectos en idéntico sentido, pero de difícil aplicación con tantos partidos. La eterna discusión de la lista sabana, etc. etc. etc.
En fin, muchas preguntas. Sin embargo, habrá que pensar globalmente como generar los instrumentos para permitir la contienda más pareja posible. A su vez, en ese proceso no deben perderse las diferencias necesarias de pensamiento y proyecto, al tiempo que no se termine de diluir los incentivos a la militancia política. Ésta, por último, no debería dejar de ser un objetivo.

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