15 febrero, 2009

Sobre la boleta única.

En los últimos años, pero particularmente en los últimos meses, la forma que toma el acto electoral fue puesto en cuestión por sus conocidas imperfecciones. El voto a sobre cerrado, la desaparición de boletas, las dificultades de los partidos más pequeños -tanto de conseguir fiscales para controlar como de hacer frente a una campaña amplia al tener que imprimir sus propias boletas-, son los problemas más reconocidos.
En este contexto, la propuesta de 2008 consistía en avanzar con el voto electrónico, mientras que en 2009 la solución parece ser la “lista única” de partidos. Claramente este sistema tiene beneficios -sobre todo para los partidos chicos- al eliminar los problemas de “robo de boletas” y la necesidad de fiscales. En ese sentido sería ampliamente favorable para la democracia, al traer mayor igualdad para la campaña y a la capacidad de ser electos. Para los partidos opositores que la impulsan, en cambio, el principal beneficio sería evitar el fraude que –sostienen- se inició en la pasada elección presidencial, donde las denuncias de robo de boletas abundaron.
Ahora bien, posee un inconveniente importante: debido a la cantidad de fuerzas políticas en contienda, la boleta portaría únicamente los nombres de los primeros candidatos, aunque esta cuestión en teoría se solucionaría gracias a la presentación de las listas completas en el cuarto oscuro. En este sentido, sería un marcado retroceso en tanto no sólo no se avanzaría en la eliminación de la “lista sábana” (es decir, votar a todos los candidatos de un partido para diputados, por ejemplo, y no poder elegir a quienes sí y a quienes no), sino que se la profundizaría al ocultar el conjunto de candidatos. Aquí poco es lo que ha aportado la oposición para defender la medida, restringiéndose a la mera denuncia de un fraude que, hasta aquí, en el caso de haber sido importante no fue -ni mucho menos- decisivo.
Considerando la cuestión en conjunto, tampoco creemos que el sistema actual sea el más idóneo. Pero creemos que debe privilegiarse el trabajo sobre el diseño de un sistema de voto electrónico que resuelva las válidas objeciones realizadas (como la fragilidad de la información sujeta al fraude y su complicada implementación en jurisdicciones donde el “analfabetismo digital” es importante) y permita, a la vez, eliminar las listas sábana, la necesidad de fiscales y reducir el tiempo de escrutinio y sus costos.

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